Pensamiento 20. A propósito de las pensiones, 1
Recientemente el
señor Linde, gobernador del Banco de España, avisó que, a largo plazo, “el
sistema público de las pensiones no va a garantizar en el futuro el nivel de
pensión que esperan los españoles” e insistió en la necesidad del ahorro
privado para completarlo.
Esta afirmación levantó
polvaredas en las tertulias y en las redes sociales. Había en ellas una nota
dominante de indignación, que se expresaba de diferentes maneras:
-
¿Cómo
es posible que una persona que ha estado cotizando muchos años se encuentre
desamparada al llegar a la vejez?
-
¿Cómo
va a ahorrar y hacer un plan privado un joven que gana 900 euros o menos, si no
le alcanza para vivir?
-
El
señor Linde representa a los intereses de los bancos y nos quiere manipular por
el jugoso negocio que suponen para ellos los planes de pensiones.
-
Lo
que hay que hacer es una “política diferente” de “reparto de la riqueza
generada por los trabajadores”.
-
Y
si con el dinero del sistema de pensiones no alcanza, éstas tendrán que pagarse
con cargo a los impuestos.
Hay situaciones que ponen en evidencia el grado de
madurez del “pueblo soberano” y ésta es una de ellas.
Las sociedades primitivas se caracterizan por reaccionar
emocionalmente ante los acontecimientos por los que se sienten sobrepasadas,
recreándose en la expresión sobreactuada de sentimientos, sea de temor, de
impotencia, de alegría, de rabia, de exaltación del grupo… Gastan en ello sus
energías y apenas hacen nada razonable por resolver sus problemas. La solución se la encomiendan a
fuerzas superiores por las que esperan verse protegidos y con las que contactan
a través del chamán y sus conjuros. Prefieren la ensoñación al enfrentamiento
con la realidad.
Lo propio del pensamiento moderno por el contrario es una
aproximación racional a los problemas: describirlos y cuantificarlos, analizar
sus causas y consecuencias, buscar soluciones operativas, o al menos adaptarse
a lo que no se puede cambiar. El individuo y/o el grupo asumen personalmente la
responsabilidad de enfrentarse a la situación y no esperan que fuerzas o entes
superiores la resuelvan.
En el caso que nos ocupa, el pensamiento primitivo prevalece
sobre el racional. Encontramos:
1. Negación
y rechazo emocional de la realidad de que los recursos públicos son limitados y
no alcanzan para todo: “¿Cómo no va a
estar protegida en su vejez una persona que ha cotizado muchos años?”.
2. Descalificación
de quien nos pone delante una realidad que no nos gusta: “El señor Linde representa los intereses de los perversos banqueros, no
los de la sociedad”.
3. Desplazamiento
del foco: de lo racional y objetivo a lo emocional: “¿Cómo va a ahorrar esa pobre gente que no tiene ni para vivir?”
4. Apelación
a una solución utópica e imprecisa: “política
diferente” y “otro tipo de reparto de la riqueza”, sin ninguna concreción.
5. Negación
de la responsabilidad personal de prever la propia vejez y sustitución por la
dependencia pasiva respecto al Estado protector. En el fondo, retorno al totalitarismo estatal.
6. Prevalencia
del pensamiento/acción mágico por encima del racional: en lugar de actuar
racionalmente, se piensa que gritar con indignación en los medios o en internet
va a resolver algo, como el chamán en sus conjuros.
En el próximo pensamiento, “hablaremos del Gobierno”.
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