Pensamiento 23
La empresa del
modelo capitalista que conocemos tiene méritos para ser declarada “patrimonio
de la humanidad” muy por encima de muchos detentores de ese título. De ella
depende el bienestar de la sociedad, del país y de las personas, porque genera la
riqueza capaz de sostenerlo:
-
El
nivel de vida material, es evidente.
-
El
no material, también: sin la riqueza material que producen las empresas, otras
riquezas -sanidad, cultura, justicia, educación, seguridad…- no son
sostenibles.
-
Además
los directivos empresariales ha introducido en la sociedad ideas y criterios de
gran utilidad para su funcionamiento: eficiencia, control, delegación, medida…
En consecuencia la
empresa es demasiado importante como para dejar las decisiones clave de la
misma en manos de personas de las que no consta que tengan capacidad
intelectual para tomarlas. O que tengan como interés prioritario no la empresa
misma y su futuro, sino otros más privados o personales, o de grupos o
entidades que no son la empresa misma.
Estoy hablando de
los llamados accionistas mayoritarios: tener dinero no es lo mismo que tener
criterio o talento. El principio de que la posesión de una cantidad importante
de acciones “da derecho” a uno o varios puestos en el consejo de administración
y en consecuencia a tomar las decisiones clave no tiene un fundamento racional
serio, ni desde el punto de vista de la pura reflexión lógica, ni, menos
todavía, desde el del razonamiento práctico. Salvo que consideremos la empresa
no como la fuente de riqueza de la sociedad y digna del título de “patrimonio
de la humanidad”, sino como instrumento para intereses particulares a veces
inconfesables. O que nos aferremos a la idea de propiedad de la empresa por
parte del capital. Idea que, como bien saben los lectores de mi libro La
creación de riqueza en la empresa española, carece de justificación
racional y sólo se tiene de pié a fuerza de ser repetida.
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