miércoles, 14 de octubre de 2015

Pensamiento 27. Sobre consejeros y directivos, 3. Primer mandamiento. Tu objetivo directo no es la cuenta de resultados, sino la creación de una sociedad humana que genere riqueza para sus entornos.
Como sucede con el primero de la Ley de Dios (para los desmemoriados: “amarás a Dios sobre todas las cosas”), este primer mandamiento es el más importante y de hecho, en cierto modo, los demás son una explicitación del mismo.
Como su nombre indica, la cuenta de resultados -el beneficio o la pérdida- es consecuencia -“resultado”- de acciones que han llevado a ella. Lo propio del directivo, si quiere obtener resultados, es focalizarse a las causas que los producirán.
El beneficio es valioso para la empresa porque sin él desaparecería, pero ante todo es:
-      Una -y muy importante- unidad de medida y de control, que indica hasta qué punto la empresa responde a su razón de ser, la creación de riqueza.
-      Un factor de exigencia, ya que da lugar a objetivos ambiciosos. De hecho la razón principal por la que las empresas privadas suelen ser más eficientes, eficaces y exitosas que las públicas es porque los accionistas ejercen sobre ellas una mayor exigencia de resultados.
-      Pero no es el objetivo directo -y menos la misión- de los directivos.
No debe confundirse la métrica con lo medido: el beneficio con la riqueza generada. La importante es la riqueza creada. El beneficio es la medida.
El generador de la riqueza es la empresa: la sociedad humana que se propone retos, aporta valor a sus entornos, asume riesgos, trabaja, innova… Lo que corresponde a los directivos es crear y gestionar esta sociedad, incidir en los elementos que la hacen generadora de riqueza y que irán apareciendo en los mandamientos siguientes. El beneficio -resultado- vendrá después, como consecuencia, y será la medida del éxito, pero no el éxito.

La excelencia del directivo está en focalizarse a esos elementos, gestionarlos, y construir la sociedad capaz de crear riqueza para sus entornos a través de ellos.

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