Pensamiento
39. Sobre los resultados de las elecciones, perspectiva psicológica. Cuarta
parte.
Conclusión
del razonamiento sobre las causas por las que una persona, en la intimidad de
su fuero interno, decide dar su voto a una opción o a otra.
Visto lo expuesto en los Pensamientos anteriores, el
verdadero problema no es la existencia de opciones racionalmente impresentables
que insultan a la inteligencia. Tampoco lo es que muchos -cada vez más- voten a
esas opciones. El problema de fondo radica a) en los comportamientos objetivos
de políticos y empresarios y b) en los desequilibrios que afectan a los
mecanismos psicológicos desde los que se construye la percepción subjetiva del
mundo que nos rodea: el predominio absoluto de lo emocional y la insoportable
levedad del pensamiento que provoca esta sociedad.
No conducirá a grandes resultados cargar las tintas sobre
las inconsistencias personales y de “pensamiento” de esas opciones y de sus
líderes: eso pertenece al ámbito de la pura racionalidad. Si estas opciones
surgen con fuerza y muchos les votan es porque existe una realidad social,
objetiva y subjetiva, de la que son consecuencia natural. O cambia ésta o los
esfuerzos por cambiar el sentido del voto serán vanos.
Es necesario ir al fondo de las cosas y a la raíz de los
problemas. Es necesario cambiar a) la realidad social objetiva en la que estas
opciones surgen como las plantas en tierra fértil, y b) los condicionantes que
determinan la existencia de una percepción sesgada, por emocional y subjetiva,
que de esa realidad y de los mensajes que reciben tienen muchas personas.
Por ello la cuestión pertinente no es “cómo conseguir que muchos de los que han
votado a opciones inconsistentes racionalmente reconsideren su voto y retornen
a posiciones objetivamente más convenientes para el país”. Eso pertenece al
ámbito de las consecuencias, no de lo esencial. La cuestión inteligente es “cómo cambiar la realidad objetiva descrita
y cómo dar mayor peso al pensamiento racional y crítico”. Y ésas son
responsabilidades específicas de quienes dirigen la sociedad. Sólo si las asumen
se revertirá el sentido del voto.
Se dirá que es una tarea de largo plazo cuando el
problema se sitúa en el corto. Es innegable. Pero si, como es costumbre
inveterada, se aprovecha la premura de tiempo para quedarse en el parche y no
atacar los problemas de fondo, resultará cada vez más inminente la fecha en que
estas opciones racionalmente impresentables se convertirán en mayoritarias.
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