Pensamiento 44. Sobre consejeros y directivos, 15.
Pequeña síntesis de los diez mandamientos.
Después de la
explicación de cada uno de ellos en pensamientos anteriores, recordémoslos en
un solo golpe de vista:
1.
Tu
objetivo directo no es la cuenta de resultados, sino la creación de una
sociedad humana que genere riqueza para sus entornos.
2.
En
la búsqueda de la competitividad y de los resultados darás prioridad al
numerador (creación) sobre el denominador (coste).
3.
Definirás
e implantarás un proyecto de empresa ambicioso y orientado al valor.
4.
Estructurarás
un modelo de organización que conozca, reconozca y canalice las mejores
aspiraciones, cualidades y energías de las personas.
5.
Desarrollarás
un liderazgo que ofrezca horizontes amplios y desafíos exigentes de superación
personal.
6.
La
comunicación -información, escucha, relación- será tu principal herramienta de
trabajo como directivo.
7.
Aprovecharás
y desarrollarás el capital humano que poseen tus colaboradores: es el más
valioso.
8.
Gestionarás
con la máxima eficiencia el presupuesto salarial de tu equipo.
9.
La
retribución de cada uno de tus colaboradores será el reflejo fiel de su
particular aportación de valor a la empresa.
10. No utilizarás a las personas como recurso ni
como excusa.
Los dos primeros son
los dos grandes principios que definen la excelencia directiva. Sobre ellos se
asientan los demás.
Los mandamientos 4,
5, 6, 7, 8, 9 y 10 son en cierto modo la explicitación de los dos primeros, su
concreción en la realidad humana de la empresa.
El tercero es una
condición necesaria para que los 4-10 puedan cumplirse de manera satisfactoria
y tiene una peculiaridad. Mientras que los otros nueve son de aplicación
universal, a todos los directivos sea cual sea si nivel, el tercero es
privativo del empresario o del consejo de administración. A él es a quien
corresponde definir el proyecto de empresa. Si éste es ambicioso y orientado al
valor (recuerda su explicación en el pensamiento 29), los directivos podrán ser
excelentes. Si el proyecto es raquítico y no mira más que al beneficio, la
excelencia directiva es imposible.
Los directivos -y
también los empleados- que aspiran a la excelencia y se encuentran con un
proyecto orientado al valor pueden considerarse seres afortunados: tendrán la
inmensa oportunidad de “ser alguien” en la empresa, de probar su valía, de
hacer realidad muchos de sus mejores sueños.
Por el contrario
aquellos que trabajan en una empresa cuyo proyecto es poco ambicioso u orientado
al beneficio, se enfrentan a una circunstancia mucho más difícil y
sustancialmente tienen cuatro opciones:
-
Intentar
influir en el consejo o en el empresario para que plantee un proyecto de
empresa ambicioso y orientado al valor. Es una opción difícil, que exige una
gran fuerza de carácter y firmes convicciones. Quien opte por ella probablemente
acabará siendo un gran líder.
-
Abandonar
la empresa. Conlleva un empobrecimiento humano de la empresa y una merma de su
capacidad de crear riqueza y beneficios. Con frecuencia es la opción más
inteligente y casi siempre la más pragmática.
-
Acomodarse,
olvidar sus aspiraciones y transformarse en seres mediocres. Entonces también
la empresa se convierte en mediocre y pierde capacidad competitiva.
-
Mantener
una disociación mental y afectiva entre sus aspiraciones y las posibilidades
que les ofrece la empresa. Quienes opten por ella probablemente se convertirán
en amargados por no poder ser lo que desean. Es difícilmente imaginable que
este tipo de directivos haga a las empresas especialmente competitivas.
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