viernes, 29 de abril de 2016

Pensamiento 49. Sobre consejeros y directivos, 19. Tercer pecado capital: La falta de ambición.
Con frecuencia se identifica la falta de ambición con la humildad y se la considera una virtud. Semejante identificación es errónea, pero no entraré aquí en ella.
Un directivo, por definición y para cumplir su misión, necesita ser ambicioso. La empresa es desafío, competencia, búsqueda de nuevos horizontes, innovación, liderazgo, voluntad de transformar el mundo, deseo de crecer y de ser/lograr más… y eso requiere ambición en sus directivos.
Cuando ésta no es suficiente, nos encontramos con empresas que apenas crecen, que buscan sobrevivir más que transformar el mundo, que se mantienen en sectores tradicionales, que reclaman continuamente ayudas a la Administración, que no marcan tendencia sino que son seguidoras… características que definen a la inmensa mayoría de las empresas españolas.
Todas las empresas, o su inmensa mayoría, tienen en su origen a un empresario ambicioso, pero no de resultados financieros, sino de impacto en su entorno, de “ser alguien” en él. Los beneficios vienen después y son la medida de lo bien que lo hace. Por el contrario, el estancamiento y caída de las empresas aparecen cuando esa ambición se torna en búsqueda directa y exclusiva de resultados financieros.
La deriva del capitalismo de industrial a financiero reduce la ambición empresarial a la búsqueda de beneficio financiero y pone a éste y a la especulación por encima de la creación de valor y riqueza para los principales entornos de la empresa. En ese contexto se identifica la ambición con la avidez de beneficios. Con lo cual, una vez más, se confunde el objetivo -la creación de riqueza- con su medida, el beneficio.

La virtud contraria a este pecado es, evidentemente, la ambición, y en ella consiste la excelencia empresarial. Ser ambicioso es exigente para el directivo. Requiere gallardía, autoafirmarse ante los demás y diferenciarse de ellos -es decir, dejar de ser “un buen chico” para ser alguien diferente-, plantearse objetivos difíciles, exponerse al fracaso, salirse del rebaño de los seguidores…

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