miércoles, 8 de junio de 2016

Pensamiento 56. A propósito de un excelente estudio sobre la productividad, 3. El capital humano: luz sobre la cara oculta.
Al capital humano le sucede lo mismo que al financiero, que sólo contribuye a la creación de riqueza cuando deja de estar en una cuenta corriente y se convierte en inversión o en circulante.
1.   En el capital humano hay que distinguir dos estados.
a.   En primer lugar están los conocimientos y las cualidades que los trabajadores poseen y ponen a disposición de la empresa. Los conocimientos adquiridos en la escolarización a los que el señor Atkinson reduce el capital humano son una parte pequeña del mismo: la trayectoria vital y profesional de cada persona, que empieza en el momento de su nacimiento, así como las cualidades vinculadas a ella, es más importante.
El capital humano en este primer estado no produce riqueza, es como el dinero en la cuenta corriente. Los conocimientos y cualidades están ahí, pero todavía no actúan ni está claro cómo lo harán.
b.   El segundo es el estado de operatividad. La riqueza se produce cuando -y en la medida en que- esos conocimientos y cualidades se activan y se hacen operativos en el trabajo. No de un modo cualquiera o de manera imprecisa, sino en cinco ámbitos perfectamente descriptibles de la realidad laboral: el compromiso, el enfoque y estructuración del trabajo, la conexión con otras personas, la toma de decisiones, y la generación de conocimiento e innovación. Son las cinco vías a través de las cuales las cualidades y conocimientos de las personas se convierten en valor real para la empresa. Sólo cuando alcanzan este estado es apropiado hablar de capital humano.
2.   En estos cinco ámbitos las personas pueden trabajar en diferentes niveles. Cuando lo hacen en niveles altos -gran compromiso, trabajo entendido como desafío personal, liderazgo social, toma de decisiones arriesgadas, innovación y creación de conocimiento-, la empresa dispone de un elevado capital humano y podrá crear mucha riqueza. Cuando trabajan en niveles bajos -nulo compromiso, pasividad ente el trabajo, escasa o nula relación social, evitación de las decisiones, aversión a lo nuevo-, el capital humano de la empresa es escaso, por muchos títulos académicos que posean las personas. Y volviendo al señor Atkinson, sólo quienes trabajan en niveles altos en esos cinco ámbitos pueden incrementar la productividad tal como él la entiende, porque sólo entonces pueden hacer un uso óptimo de las mejores herramientas, sean TIC u otras. Y lo hacen por la vía del numerador, no de la reducción de costes.
3.   Se arguye con frecuencia que este concepto de capital humano es complicado y difícil de medir: ¿qué métricas fiables utilizar para el compromiso, el enfoque del trabajo, la relación social, la toma de decisiones o la generación de conocimiento? Por eso, dicen, es preferible reducirlo a los conocimientos adquiridos en la escolarización.
Este argumento que conduce a desnaturalizar el capital humano reduciéndolo a lo que es fácil de medir desde métricas simplonas, sólo puede provenir de perezosos mentales y de quienes sufren de la hemiplejia mental aludida al inicio del Pensamiento anterior. Porque es perfectamente posible medir de manera fiable el nivel en que trabaja cada persona en cada uno de los cinco ámbitos que configuran el capital humano: lo he descrito con detalle en La creación de riqueza en la empresa española, capítulos 12, 13, 14 y 15, y me temo que, si lo repitiera aquí, más de uno se aburriría.
4.   Conclusión: el capital humano es, por lo menos, tan importante como las TIC para la productividad: sin él, éstas no logran nada, se quedan en puro coste.

En el pensamiento próximo responderé a la importante pregunta que sin duda tienes en la cabeza.

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